30 agosto, 2021 a las 2:38 pm · Despacho C/ Cartagena - David Villa · Comentarios desactivados en Tarzán, la depresión posvacacional y un premio Nobel.
Tarzán, la depresión posvacacional y un premio Nobel.
La arena entre los dedos, el salitre en los labios, la brisa en el rostro, un libro en las manos. Así, al despedirme de mi playa el adiós no parece estar triste, es más una amalgama de bonitos recuerdos que ya me pertenecen y a los que podré volver siempre que quiera. Se que, si cierro los ojos, podré volver a esta playa las veces que quiera
y mi cuerpo engañado por la mente recobrará las sensaciones de la arena, el salitre, la brisa. Aun así, la espalda empieza a contraérseme, el estómago se me cierra y mis pies pesan toneladas…creo que empiezo a darme cuenta de que me vuelvo y la pereza comienza a tomar forma.
Desde la duna contemplo por última vez el horizonte playero en el que he pasado los últimos quince días. Algunos días con mis padres y hermanos y otros tantos con amigos. Mucho comer, mucho beber, poco esfuerzo mental y mucha lectura.
Entre los libros devorados, dos me han enganchado especialmente. Uno, Tarzán de los monos, un clásico. El otro Pensar rápido, pensar despacio de Daniel Kahneman.
El uno, me devuelve a la adolescencia, a mis ganas de conectar con la naturaleza, a ser libre y descubrir como el ser humano se alza desde sus mayores instintos para no solo sobrevivir sino para reflexionar sobre ello. El otro, el del premio Nobel Kahneman ha sido un soplo de aire fresco en mi chamuscado intelecto.
Tarzán, el hombre- mono, a medida que crece, madura. Se hace consciente de su ser, de su existencia y de la particularidad de esta. Aprende a leer por sí solo, a utilizar herramientas de manera intuitiva y hasta es capaz de tomar decisiones meditadas en vez de lanzarse a lo primero que su mente le escupiera. Cómo he disfrutado sumergiéndome en la jungla y acompañando con admiración al rey de los monos de árbol en árbol. Comiendo ricos frutos o carne de primera, descansando al fresco, durmiendo a pierna suelta, participando de las tradiciones de su tribu homínida, ayudándose unos a otros a la vez que se hacía respetar. Cómo me hubiese gustado convencer a Tarzán de que se quedase en su “hogareña” jungla. Pero no, ese no era lo que el destino le tenía preparado y por más que me doliese como lector sabía de ante mano lo que iba a ocurrir. A medida que estos progresos se hacían cada vez más evidentes, su sentido de pertenencia a la tribu de Kala (su madre mona) se desvanecía. Cada vez le daba más pereza estar con la tribu y encargarse de sus cosas. Les aprecia, respeta, comprende y cuida, pero tanto los monos como el mismo saben que es una situación rara y que antes o después Tarzán tendría que buscar su propio camino, tendría que volver al mundo al que pertenecía, aunque no supiese ni remotamente lo que esto significaba. Algo dentro de él, sabía que tenía que volver, es más algo dentro de él sabía hasta el camino de vuelta….
En cuanto a Pensar rápido pensar despacio fue savia nueva para que las neuronas y mis ganas de comprender este mundo de humanos recargaran las energías para seguir indagando. Escrito de forma sencilla, pero con contenidos sesudos, la lectura resultaba fácil y emocionante. Era como acompañar a Tarzán por la jungla, pero esta vez entre sistemas nerviosos, neuronas y estudios científicos. Cuanto más me adentraba en lo escrito más interés tenía en saber cómo continuaba la aventura. Daniel me mostraba una manera de comprender al ser humano diferente a como lo había vivido hasta entonces. Al parecer, todos tenemos como dos sistemas uno intuitivo, otro más reflexivo. Uno ágil y otro metódico. Uno que te lo pone fácil y te da lo que cree que necesitas al momento y otro que te invita a hacerte cargo de lo que vives y te ayuda a comprenderlo.
Esto provoca un efecto curioso en nosotros en estos días de volver al trabajo y la depresión posvacacional que acarrea y es que pasar de uno a otro en ciertos momentos nos puede provocar algo de pereza mental, vamos, que el cerebro si puede no gastar más de lo necesario pues no lo gasta, aunque el resultado no sea del todo acertado. Es más solo por el hecho de tener que activar el cerebro más reflexivo nuestro cuerpo se revuelve pareciéndonos decir “quita, quita, eso requiere demasiado esfuerzo déjalo para otro momento”.
DOnt worry es normal, adaptativo, humano. Ansiedad. Malestar general.Tristeza. Falta de motivación. Sudoración. Falta de concentración y descenso del rendimiento. Cambios de humor. Incremento de las palpitaciones. Síntomas cardiacos y respiratorios… ¿te suena? Insisto: es normal, adaptativo, hasta Tarzán las pasaba “canutas” cuando tenía que volver a su rutina.
Sin embargo, cuando cruzas la frontera de la pereza mental el mundo de posibilidades y conocimientos se hace enorme y disfrutable. Solo tenemos que como Tarzán vencer la pereza que nos da pensar en pensar, solo hace falta saltar ese riachuelo de desgana para poder disfrutar de todo lo que este mundo interno nos ofrece.
Bienvenidos al volver, bienvenidos al día a día. Y como nos enseñó Tarzán no olviden hacer deporte, comer bien, descansar, rodearse de gente que les haga sentir querido y escuchar esa voz interior que sabe que tenemos que volver, aunque todavía no tengamos claro a donde.
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